viernes, 22 de marzo de 2013

El misterioso efecto sustitutorio

Una de las críticas habituales al sistema de cooperación al desarrollo tradicional, el basado en la transferencia de recursos de países ricos a países pobres, es que crea dependencia: en términos económicos, que quien recibe no tiene incentivos para esforzarse por mejorar, porque si lo hace dejará de ser elegible para ser destino de ayuda. A veces los datos parecen dar la razón a esta versión globalizada del riesgo moral, pero si miramos con cuidado las cosas puede que no estén tan claras.

Un buen ejemplo de ello se da en el sector salud. El muy respetado Instituto de la Medición y Evaluación en Salud (IHME) de Seattle, EE UU, una de esas criaturas nacidas al calor de la Fundación Gates, ha analizado repetidamente qué efecto tienen las donaciones internacionales en salud sobre las aportaciones que hace el gobierno local al presupuesto público a partir de sus propios ingresos.

Los datos más recientes que le han echado un ojo al tema no dejan lugar a dudas: en los países de África Subsahariana que más ayuda en salud reciben, el dinero del donante canalizado a través del sistema público inhibe el esfuerzo local. En concreto, por cada dólar de ayuda internacional recibida, este grupo de países concentrados en el Este y el Sur de África retiran un promedio de 56 centavos de los fondos propios aportados al presupuesto nacional de salud.

¿Nos están tomando el pelo? Depende. Ante todo conviene señalar que el efecto sustitutorio no es completo, ya que el resultado de la ayuda es un aumento presupuestario neto de 44 centavos por dólar recibido. Pero lo más importante, como bien señalan los propios autores del estudio, es saber a dónde van los 56 centavos detraídos. Si en su integridad o en buena parte se dedican, adicionalmente, a otros sectores básicos como agua y saneamiento o educación, que son determinantes sociales de la salud, el gobierno estaría en la senda correcta: ampliar la cobertura y el acceso al sistema de salud es necesario pero no suficiente para mejorar los indicadores de esperanza y calidad de vida. Pero si los recursos se desplazan a áreas que poco o nada tienen que ver con mejorar las condiciones de vida de los habitantes del país o se cuela por los agujeros de la corrupción, sería muy de lamentar.
Es necesaria más investigación que permita atestiguar el uso que se hace de los presupuestos desviados desde el sector salud en los grandes países receptores. Esperamos verla publicada pronto.

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